Una historia de Valor

Hace unas semanas recibimos una carta de una lectora, que reproducimos tal cual, a “Aventuras a cuatro patas” y a todos sus redactores les ha hecho derramar más que una lágrima.

“Me causa estupefacción y mucho dolor, cuando sé de maltratos y abandonos de estos maravillosos "animales", porque pocos seres son capaces de ser tan buenos, leales y fieles como los perros, no os estoy descubriendo nada que no sepaís.

Llevo años siendo víctima de maltrato psicológico por parte de mi pareja, el maltrato psicológico, no es tan dramático, ni tiene consecuencias físicas como que te den una paliza, pero es muy doloroso, te va destrozando lentamente, te anula como persona, te aisla y pierdes las ganas de vivir. Yo amaba a mi pareja, deseaba tener una vida con él, pero por circunstancias las cosas cambiaron y ni yo sé como he acabado así.

Fué él quien me regalo a mi auténtico compañero, un precioso cachorro que cumple ahora 6 años. Todavía recuerdo nuestras discusiones cuando era un cachorro, él perdía los nervios con facilidad ante sus destrozos y me culpaba a mí de no saber educarlo, luego fue su mal comportamiento en el paseo, también eso era causa de mi ineptitud para enseñarlo según él. Los dos éramos sus dueños y... sólo yo me ocupaba de su cuidado y de sus necesidades, me llegó a prohibir que le soltase para jugar, y que le permitiese jugar con otros perros amenazando que si algo le llegaba a ocurrir él me haría pagar por mi culpa.

Por supuesto no todos los conflictos venían motivados por el "peque" también era mi forma de ser, de hablar, de vestir, mis amistades, mi familia...Cada vez que se enfadaba, el "peque" corría a esconderse, por la violencia de sus gestos y sus gritos, yo aguantaba como podía y muchas, muchas veces me escondía a llorar en una habitación cuando me quedaba sola, "peque" siempre se venía conmigo, me ponía su cabecita para que le acariciase, se acurrucaba a mi lado en la cama ó me daba muchos lametazos en la cara, hasta que se hizo habitual que durmiese conmigo, ya que nosotros ya no dormíamos en pareja.

"Peque" en realidad es un perro grande, podría haberse mostrado agresivo, pero nunca lo hizo e incluso cuando él se mostraba arrepentido o deprimido iba con cariño al que también reconocía como su dueño. Solo una vez que estabamos durmiendo y me despertó para tener una de nuestras discusiones más grandes, cuando él me zarandeo y me empujó, la actitud de "peque" cambió y se puso a ladrarle con fuerza y cierta agresividad, y él tuvo miedo.

Muchas veces he deseado quitarme la vida, no podía decirle nada a mi familia, estaba aterrorizada por su "sutiles" amenazas, decía que me mataría, que le haría daño a mi familia, que mataría a "peque", que intentaría destrozar mi vida si le dejaba. Mi situación era insoportable y mi única alegría y consuelo era el "peque".

No tenía valor para dejarle, hasta que un día le pegó a él, le rompió una cosa con la cola y le gritó y le pegó, ese fue la gota que colmó el vaso, todo lo que no me atrevía a hacer por mí lo hice por él, porque si en algún momento dudé de si me merecía lo que me pasaba, tenía claro que "peque" no. Así que le dejé, me fui y me lo llevé.

Ha pasado poco tiempo pero somos más felices, yo todavía no estoy bien, porque he sufrido mucho, y porque no es fácil perder el miedo y soportar el acoso pero... de momento vamos a jugar todos los días al parque.”

Sin ladridos, VALOR ES LA PALABRA, gracias “Peque”

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